Era tan leve la gravedad de aquel diminuto y lejano planeta que bastaba una ligera brisa para levantar cualquier nave que tuviera bien orientadas sus velas.
Imagen vía Pinterest
Esta aparente facilidad encerraba una gran dificultad oculta. Había que tener velas verticales, horizontales y, a veces, hasta inclinadas para poder manejar la nave en vuelo.
Despegar y aterrizar la nave, así como las distintas maniobras en vuelo solo podían ser realizadas por muy pocos elegidos
Era tal la pericia necesaria para poder dirigir aquellas naves voladoras que la profesión de piloto era una de las más valoradas del planeta.
A la propia dificultad del manejo y combinación de las velas, había que añadirle la dificultad de los vientos. Ya que al ser un planeta tan pequeño, solo tenía cuatro tipo de vientos.
El viento elefante era un viento pesado que facilitaba los aterrizajes. Pero había que tener mucho cuidado con él porque una mala posición de las velas horizontales podía acelerar demasiado el aterrizaje con el consiguiente peligro de accidente contra el suelo.
El viento jirafa era el que se producía en la parte más alta de la atmósfera y servía para los viajes más largos, que apenas duraban unas semanas. Porque era el tiempo que se tardaba en dar una vuelta al planeta si la nave estaba bien diseñada.
El viento hipopótamo no era tan pesado como el viento elefante, pero era mucho más húmedo. Un verdadero peligro porque al empapar las velas producía una gran deriva en la navegación. Afortunadamente, era uno de los menos frecuentes.
Y había un último viento, el viento cebra. Se le llamaba así porque era intermitente; es decir soplaba ahora sí, ahora no. No era peligroso y a veces, producía situaciones divertidas a las horas de comer o de escribir en el cuaderno de bitácora. Si veías a un piloto con manchurrones en la ropa o en el cuaderno de bitácora, lo más probable es que le hubiera pillado el viento cebra haciendo una de las suyas.
Me encantan esos vientos, cada uno con su carácter pero todos necesarios para llegar allí a donde nuestro corazón desea.
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#Salmón, en Isla Imaginada, hay un viento imaginado que va y viene por donde quieras que vaya.
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¡¡Me ha gustado mucho, mucho!! 🙂
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#Martes, ¿a qué velocidad prefieres que viajemos?
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🙂 No importa, el caso es disfrutar del camino 😉
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¡Estupendo! Convirtamos cada viaje en una fiesta…
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¡Me ha encantado! Con poder viajar y disfrutar del camino me da igual la velocidad
Un abrazo fuerte
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Marisa, me alegra que te encante.
En Isla Imaginada, se suelen elegir los caminos más largos para recorrerlos más despacio.
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